Orden o Rebelión 5
Anteriormente en Orden o Rebelión: La capitana debe esperar a su general para poder dar rienda a sus temores. Uno de los capitanes de la Guardia del Príncipe puede ser un traidor.
Después de la reunión me voy a mi instancia, a descansar. Ha sido una semana muy dura tanto mentalmente como físicamente. Quedan cuatro guardias hasta que vuelva a dirigir la mía por lo que puedo acostarme un rato. Me acuesto con el uniforme puesto como siempre. Cinco horas después me despierta el General Robertus que irrumpe, sin previo aviso, en mi habitación.
– Capitana Mencar, acompáñeme.
-Sí señor.
En la entrada de mi habitación, el baúl está movido, y veo una pequeña puerta, que antes no estaba, en la pared. Traspasamos dicha pared y nos adentramos en un pequeño pasillo que recorre toda la pared norte del castillo hasta unas escaleras por las que descendemos hasta una sala pequeña alumbrada por tres antorchas y en la que sólo veo una mesa y cuatro sillas. Una persona encapuchada está sentada frente a las escaleras por las que bajamos. Viendo que somos nosotros se descubre. El Príncipe Heredero.
-Alteza, ya estamos todos.
-Bien Robertus. Me alegro de verla de nuevo capitana Mencar. Estoy muy agradecido por su estrategia. Me salvo la vida.
-Es nuestro trabajo señor.
-General, me ha dicho que existen sospechas de tener un topo de los rebeldes ha logrado infiltrarse en nuestra Guardia. Explíquese.
-Señor, ese trabajo se lo dejo a la capitana.
-Comencé a sospecharlo cuando me di cuenta de que conocían nuestros movimientos habituales. Ahora estoy segura. Solo una cosa, General, confirme cuantos cadáveres encontraron y en qué estado.
-Encontramos tres cadáveres y estaban totalmente quemados.
-Eso es lo que no tuvieron en cuenta. Tendrían que ser cuatro cadáveres. Los tres guardias que cayeron conmigo y el chófer del carro. Normalmente no llevamos chófer en el carro por eso no has parecido extraño, pero…. Yo decidí que sí, para que nadie supiera lo que había dentro del carro… -Me llevo un dedo a los labios porque he oído algo.
Rápidamente me levantó y lanzo un cuchillo por encima de mi cabeza hacia dónde se encuentran un raro rayo de luz. Al llegar el cuchillo, desenvaino rápidamente la espada.
-Tranquila capitana – levanta la mano el príncipe – maga, sal que te ha detectado.
La Maga Real sale de detrás de la pared donde he lanzado el cuchillo. Baja, delgada, con el pelo dorado, su túnica verde oliva realza sus movimientos mientras que me mira extrañada:
-¿Cómo sabías que estoy aquí?
-Lo he notado.
-Aja – mirando al príncipe – Alteza está limpia, dice la verdad. Y sus suposiciones también me cuadran. Tenemos ratas.
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