La Batalla de Munda

Después de la victoria de Ulia1*, salvando la población de las huestes de los rebeldes aún nos queda la batalla que decidirá el destino de Roma, del mundo.

Por fin hemos conseguido que las tropas del Cneo Pompeyo, el hijo del gran amigo de nuestro imperator, tengan que enfrentarse a nosotros. El pequeño Pompeyo, seguramente por sugerencia de Labieno, se ha dedicado a quemar y matar toda población que no ha querido ayudarles además de hacernos correr tras ellos. Pero César les devolvió la trampa; queréis correr, corred; sabed que me situaré en un sitio por el cuál querréis pasar. Ya lo hicimos en Alesia con Vercigentorix y en Farsalia con tu padre. Esta vez nos pondremos entre vosotros y Corduba2*.

Deciden que quieren esperarnos en lo alto de la colina. Esta vez en tierras hispanas. Pero cada vez más se parece a Farsalia, en la cual derrotamos a su padre. La mejor legión, nuestra legión, la Décima Legión de Roma, nos encontramos en el lado derecho de toda la batalla.

Si entonces no nos importó cargar cuesta arriba para ganar, hoy tampoco nos importará. Pero esta vez, Julio César nos ordena esperar. Mientras los rebeldes nos insultan, nosotros esperamos. El imperator3* se pasea entre nosotros, nos da ánimos, nos llama por nuestro nombre. Esperamos. Esperamos a su carga. Que, por sus propios nervios, no tarda de llegar.

Lanzamos nuestros pilum4* mientras recibimos los suyos. Después cargamos, ellos cuesta abajo, nosotros cuesta arriba. Al fin y al cabo, somos dos ejércitos romanos, nuestras formaciones, nuestras respuestas son prácticamente idénticas. Lo único que nos diferencia son los dirigentes. Nosotros tenemos al mejor, al imperator, a Julio César. Ellos tienen a Cneo Pompeyo y, a la sombra, como toda su vida, Labieno.

Tras la carga no podemos hacer mucho más. Tenemos dos legiones completas contra nosotros. Somos la mejor legión, algo que no sea dos contra uno lo consideramos incluso un insulto. Esta vez no podemos ganar terreno y nos llegan malas noticias del otro flanco, ha tenido que intervenir Julio César en persona.

Tras evitar que el flanco izquierdo cayera, Julio César se dirige a nosotros. A su legión decisiva. Y nos pide lo que parece un imposible. Presionar más. Ganar terreno hasta el final. Nombre a nombre, batalla a batalla, anécdota tras anécdota, nos recuerda que somos algo más que legionarios de Roma, somos legionarios del glorioso Julio César. Nuestros centuriones no opinan, solo van a seguir las órdenes, nuestro trabajo. Si César quiere que el flanco izquierdo de los rebeldes decaiga por nuestros gladios, ya puede asumir que ese flanco dejará de existir.

Poco a poco, paso a paso, sangre a sangre, ganamos el terreno que quiere César. Dos legiones son poco para la Décima Legión. Y, de repente, gritos en el otro flanco. Miedo en su cara. Su flanco está perdido pero el otro ha sido destruido. Se dan la vuelta y empiezan a correr. No necesitamos ninguna orden. Es el momento de la matanza y no dejaremos ningún rebelde con vida. Julio César ha ganado, por lo que, Roma ha ganado y es el fin de la Guerra Civil. Volvemos a casa.

La batalla de Ulai1*

Corduba2* Actual Córdoba

Imperator3* Denominación de las tropas al legado como gran general.

Pilum4* Jabalina que lanzaba las legiones romanas antes del enfrentamiento. Su propósito más que matar era inutilizar los escudos contrarios.

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Por Francisco José Díez Devesa

Amante de la escritura desde pequeño. Espero que disfrute de mis relatos e historias.

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