Rugby

Partido de Rugby

El partido comienza a las cuatro de la tarde y durante toda la mañana no ha parado de llover. Una lluvia fina, lo justo para que llenará de barro el campo de rugby, pero permitiendo jugar a la hora convenida. A las cuatro de la tarde y tres minutos, el árbitro indica a nuestro capitán de la patada inicial.

Los primeros minutos, los delanteros no tenemos mucho trabajo, correr de un lado a otro. Las órdenes iniciales de ambos equipos es probar a los zagueros y alas a base de patadas por si hay fallos con tanta lluvia. Durante estos primeros minutos nos limitamos más que a correr, a trotar, siguiendo las patadas, pero sin mucho ánimo al no haber ningún fallo.

Dicho lo cual uno de los zagueros se cansa, recepciona perfectamente la patada y comienza un contraataque a la carrera, seguido por sus dos alas. Es placado, limpiado por alas y empezamos a jugar de verdad. A jugar en el barro, a carreras cortas, limpieza de rucks y algún que otro juego de tres cuartos. Después de diez fases seguidas conseguimos acercarnos a su línea de veintidós metros. Un fallo en el pase nos condena a una melé. El hábitat de los delanteros.

Colocarnos, esperar, empujar y que nuestro talonador robe el balón, ese es el plan. El problema es que mi compañero en la posición de pilier hunde varias veces la melé con golpe de castigo en contra. Patean el balón a fuera, aprovechando que sacan ellos, para recuperar balón y terreno. El principio básico del rugby ganar terreno para estar más cerca de anotar.

Primera touch o saque de banda en contra, dos torres bien puestas, como hemos practicado. Nos sorprenden con un saque rápido a la primera torre, salida a juego de manos a sus tres cuartos que consiguen posar en el otro extremo del campo sin poder hacer nada por nuestra parte; solo mirar y aplaudir. La consiguiente transformación no pasa por los palos lo que nos beneficia.

No deja de llover cuando volvemos a una patada inicial. Perdiendo cinco a cero, pero nos sentimos bien, atacamos fuerte. Otra patada larga. Esta vez ellos quieren jugar cerca, buscándonos las cosquillas con juego de pases. Al primero que veo que puedo placar es un tío de metro noventa y unos cien kilos de peso. Demasiado para tirarle con el placaje, me quedo enganchado a las piernas y dejo que su peso haga el resto. Después de que el muchacho se levante, me levanto yo y veo que mis compañeros lo están celebrando. No sé el qué.

– ¡Tío! Gracias a tu buen placaje, ha perdido el balón y en la contra hemos anotado bajo palos. Se le resbaló entre las manos. Buen placaje.

La posterior transformación entra, ya que está justo bajo palos y tenemos un buen pateador. Nos ponemos por delante: cinco a siete.

Nos preparamos para recibir el balón por primera vez en este partido. Nuestro capitán pregunta al árbitro cuanto tiempo llevamos de partido; le contesta que quedan quince minutos para el descanso. Estamos bien frescos.

El balón vuela hacia la otra zona de donde cubro yo, y corro para apoyar. Pateamos para alejar el oval de nuestra zona de ensayo. El otro equipo tampoco quiere volver a tener un error como en el primer ensayo así que estamos un rato con patadas de un lado y otro sin permitir que el balón llegue a ser jugado por ningún equipo. No queremos errores. Sólo cuando recibimos el balón fuera de nuestra línea de veintidós metros, nuestro ala decide correr para formar un ataque posicional. Los delanteros formados en pequeñas puntas de flechas a petición de nuestro medio-mele, uno para recibir, otros dos para limpiar el ruck. Avanzamos metros poco a poco, sin que puedan placar fácilmente. Con esfuerzo, con el trabajo de nosotros, los delanteros, conseguimos llegar a su línea de veintidós metros justo cuando un defensor placa delante de mí a uno de mis compañeros por encima del cuello. El árbitro lo ve, pita el golpe de castigo a nuestro favor y llama a los capitanes con el número 3 suyo.

Explicación mediante, considera el placaje alto que conlleva una amarilla en rugby, es decir, diez minutos con uno menos a partir de ahora. Preguntamos por el tiempo, el árbitro dice que está cumplido. Pedimos palos para que se luzca nuestro pateador. Golpe de castigo convertido, tres puntos más (cinco a diez) y a los vestuarios tranquilamente sabiendo que lo estamos haciendo bien. Poco a poco sale como en los entrenamientos. Al final me va a gustar la lluvia y todo.

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Por Francisco José Díez Devesa

Amante de la escritura desde pequeño. Espero que disfrute de mis relatos e historias.

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