La batalla de Bicoca

Veintisiete de abril del año 1522 del nacimiento de nuestro señor Jesucristo, a la fueras de la ciudad de Milán en una zona conocida como Bicoca. Dirigidos por el general Próspero Colona, mis hermanos y yo sumamos más de cuatro mil arcabuceros* del emperador dispuestos a parar los pies al infame general francés Lautrec y, sobre todo, a los mercenarios suizos.

Estamos situados en lo alto de una loma con un bosque como resguardo de donde vendrán nuestros enemigos, tanto los franceses como los mercenarios suizos. Llevamos varios días preparándolo todo para dificultar su marcha: hemos clavado estacas en todos los lugares propicios para una caballería, hemos hundido una carretera que está cerca de nuestra posición para que nuestra loma sea todavía más alta, y, además, hemos provocado todo tipo de desniveles para subir a la loma.

Hoy es el día. Hoy vendrán a por nosotros bajo la presión de los suizos de volver a sus tierras si no reciben más dineros o consiguen una victoria pronto. ¡Y se hacen llamar soldados unos vulgares estafadores que no luchan por ninguna bandera! Hoy conocerán el plomo español.

Los cañones comienzan a disparar nada más ver al enemigo, con más ganas que tino, todo sea dicho. Ellos están despejando todas las estacas que hemos ubicado para evitar que la caballería tome buenas situaciones. Les toma un tiempo limpiarlo todo. Más que por la caballería lo hacen para que los dos cuadros suizos no rompan la formación. Ambos cuadros toman distancia entre sí y comienzan a acercarse lentamente.

Colocamos las cargas de pólvora a continuación colocamos la bala e introducimos la baqueta para aprisionar todo. Estamos preparados para nuestro primero disparo. Nos hemos situamos en escuadrones de cuatro arcabuceros de fila y diez de fondo más dos de separación entre los escuadrones. Es el sistema ideado para poder mantener un fuego de balas constante.

Los dos cuadros de piqueros suizos llegan a los pies de la loma donde les esperamos. La primera fila de arcabuceros dispara con más ganas que tino, como los cañones, y se retiran por los espacios creados a recargar. La primera salva provoca que los cuadros suizos se unan todavía más en busca del apoyo de sus compañeros. Nuestra segunda fila de arcabuceros toma la posición y dispara. Como los suizos están más unidos, disparan a bulto sin tener que apuntar y provocamos las primeras bajas.

Los suizos siguen intentando subir a lo alto de la loma, bajo nuestro constante fuego, con grandes pérdidas. Los cuadros, con cada paso de subida, tienen menos soldados y menos confianza en llegar, aunque, lo consiguen. Nada más alcanzar el alto de la loma, reciben una última descarga de arcabucería a bocajarro. Su moral no puede más y emprenden la retira. Les es más fácil correr hacia abajo que toda la subida.

El general Próspero Coloma ordena la no persecución de suizos convocando el final de la batalla. Los cuadros suizos se han estrellado con la arcabucería española.

* Arma de fuego predilecta de los soldados españoles en el siglo XVI ya que se adapta a la altura y envergadura de ese momento (una mediad alrededor de ciento sesenta centímetros). Tiene menos alcance que los mosquetes, pero más fácil de cargar.

Si quieres apoyar este blog puedes unirte como mecenas al Patreon:

https://patreon.com/tierradeficcion?utm_medium=clipboard_copy&utm_source=copyLink&utm_campaign=creatorshare_creator

Página de Facebook:

https://www.facebook.com/TierradeFiccion

Otros relatos:

https://www.tierradeficcion.com/relatos-sueltos/el-socorro-de-goes/

Por Francisco José Díez Devesa

Amante de la escritura desde pequeño. Espero que disfrute de mis relatos e historias.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *