Estilicón 18
Anteriormente en Estilicón: Después de conseguir rendir a los ostrogodos de Radagaiso, Estilicón emprende la difícil misión unir bajo su bandera a los soldados restantes. Además, tiene el mandato imperial de reunirse con el emperador.
Tras incorporar los doce mil ostrogodos a mis tropas y dejando a los mandos entre sus propios hombres, podemos descansar este invierno. Sé que puede ser arriesgado dejar en manos de los propios ostrogodos sus tropas, pero tengo perfectamente controladas a sus familias y ellos lo saben. No debo esperar ninguna rebelión por su parte, ni por ningún miembro de mi ejército.
El invierno pasa y comienza el año 407 desde el nacimiento, desde que Dios envió a Jesucristo para enseñarnos el camino a seguir. Nuevos rumores de movimientos de tribus germanas hacia la frontera del Rin, pero tengo tropas para poder frenar cualquier acometida.
Es entonces cuando, desde Ravena, me hace llamar el emperador Honorio. Como no es necesario mi ejército, les permito quedarse en la Galia Transalpina en reposo mientras me dirijo a la corte del emperador. Aún llegando en febrero me hacen esperar hasta septiembre porque, según los diferentes empleados de la Corte a los que preguntó, el emperador está muy ocupado. Las noticias que me llegan cada vez me preocupan más. Varias tribus se están juntado para hacer un ataque conjunto en la frontera. Tendría que estar allí al frente de mis hombres para evitar que entren en el Imperio y no esperando a que el buen emperador, que me ha llamado, tenga tiempo para atenderme.
A finales de septiembre, entro en la sala Imperial con mis mejores galas para recibir una desagradable sorpresa. Resumiendo, el monólogo del emperador en esa reunión, me hace saber que considera que estoy llegando a pactos con bárbaros ganándome su apoyo para poder optar al trono. Según él, eso se demuestra con que no maté a Alarico, acogiera a todos los ostrogodos y que quemará los Libros Sibilinos que profetizaban mi intento de llegar al trono. Tendría que esperar el tiempo necesario, guardado por los pretorianos, para conocer mi sentencia.
Las pruebas, por lo que he podido ver, son todas inventadas, pero como no podía debatir, no tenía defensa, era más bien una sentencia en sí misma.
Las noticias que me hacen llegar los pretorianos es que la invasión ha tenido lugar por varios puntos del Rin masacrando los fuertes y soldados que deje no hace tantos años. La sentencia, como no dudaba que iba a ser, fue condenatoria, retirándome del mando de mi ejército que lo asumía un imbécil y el emperador me declara enemigo público. Casi escribo estas últimas líneas con lágrimas, lo he intentado criar para que fuera buen romano y buen emperador, pero hace demasiado caso a sus consejeros envidiosos e inútiles.
Avisado por los propios pretorianos, intentó salvaguardar mi vida en una iglesia. Aunque ya estemos en el año 408, agosto de mes, no dudo en ningún momento que serán mis últimas líneas. No me van a dejar con vida y con mi muerte todos los pactos conseguidos se irán a la porra. Los romanos aprovecharán para atacar a todos los “bárbaros” que están tomando Roma incluidos los ostrogodos que hace tampoco tiempo se han pasado a nuestro bando. Y queda uno que está esperando, Alarico, que marchará hacia aquí con más apoyos que antes.
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