Silver 2. El Desfiladero Rocker.

Un jinete llega a la carrera cruzando la avenida principal del campamento militar. El capitán de los mercenarios sale a recibirlo.

-Capitán, se dice que los horms han conseguido pasar por el norte.

-Díselo a los generales.

-Ya se lo he dicho, pero no me hacen caso.

– ¿Y por qué a mí?

-Usted es el único que puede llevar a su compañía sin responder ante los generales.

-Pero si han pasado por el norte la única forma de pararlos es llegar antes al Desfiladero Rocker y para llegar antes… -empieza andar deprisa hacia su campamento- tenemos que salir a marchas forzadas ahora mismo -y empieza a correr- avisaremos cuando empecemos a luchar.

– ¿Cómo?

-El Cuerno de Pok.

La salida del Regimiento Pok no fue espectacular, más bien casi a hurtadillas. En menos de tres horas recogieron el campamento que tenían al lado de las murallas y se desplazaron a marchas forzadas, todos a pie. Cualquier estratega militar estaría anotando cómo se hace.

Horas después, los generales del príncipe se enteraron de que ese Regimiento había salido rumbo al oeste, hacia el Desfiladero de Rocker. Y ese era el Regimiento mercenario que tenía el Príncipe en su mano.

No era una marcha bonita: cada soldado a ritmo infernal, portando todas las armas que pudiera, a la vez que soportaban un aire congelado que dejaba la garganta en un estado precario. Sólo se detenían tres veces a lo largo del día, con menos de una hora de descanso en cada ocasión, excepto por la noche que eran seis. En la octava jornada consiguieron su objetivo, el desfiladero Rocker, sin ningún avistamiento de horms cerca del desfiladero.

Cuando llegaron, y a pesar de los gritos de sus sargentos, los cansados hombres tiraron al suelo sus mochilas y descansaron media hora.

Tras ese breve lapso, empezaron a hacer caso a sus oficiales y levantaron un campamento mediante los árboles caídos que encontraron cerca del Desfiladero Rocker y pusieron patrullas de cincuenta hombres que se situaron en el lado contrario del Desfiladero que era por donde se suponía que llegarían los horms en manadas. Cada manada sería una tribu de horms.

Según contaban las crónicas, la rabia por los humanos les cegaba el entendimiento y eso tenía su lado bueno y su lado malo. El lado bueno es que no se preocupaban por la planificación, pero el lado malo es que no daban cuartel. Cualquier soldado lo sabe y los del regimiento de Pok tenían un miedo atroz que trataban de ocultar con su obediencia ciega a su capitán. Ese miedo lo olía cualquier horms en un kilómetro a la redonda.

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Por Francisco José Díez Devesa

Amante de la escritura desde pequeño. Espero que disfrute de mis relatos e historias.

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